sábado, 5 de octubre de 2019

Leyendas de Sevilla(III)


                                               

Tiempo de contar otra leyenda sevillana, aunque en este caso también gaditana, y que tiene que ver con uno de nuestros pintores más importantes, Bartolomé Esteban Murillo.

Si tenéis la suerte de visitar como hice yo recientemente la Colección Bellver en Casa Fabiola (lo que recomiendo fervientemente) podréis disfrutar allí de un cuadro que hace referencia a la muerte de este insigne artista y a la leyenda que en torno a la misma se creó, obra del pintor granadino José Marcelo Contreras y elaborada para presentarse al certamen que se celebró en 1862 para conmemorar la muerte del genio (acabó consiguiendo el segundo puesto) y que os pongo justo aquí abajo...




La obra refleja el dramatismo del accidente que sufrió Murillo pintando la capilla de la iglesia del convento de los Capuchinos en Cádiz, al caer del andamio, con especial hincapié en el rostro de dolor contraído del personaje principal, ese pobre discípulo que llora ante el sufrimiento de su maestro,ese monje que examina el andamio para comprender cómo pudo ocurrir la fatal caída y ese abad compungido y por qué no decirlo con cara de preocupado pensando para sí mismo "para una vez que tenemos aquí una figura relevante y se nos mata"...

Pero hay algo más que contar sobre esto porque recordemos que esta entrada trata sobre una leyenda...

¿Qué hubo de raro en la muerte del maestro sevillano, creador de iconografías de gran éxito como la Inmaculada Concepción o el Buen Pastor y que ejemplifica mejor que nadie el Barroco andaluz?
Pues al grano...

Al parecer todo empezó con una premonición: un joven Murillo fue avisado por una gitana (doctor honoris causa en males de ojo) sobre su fallecimiento, y es que éste se produciría en el transcurso de una boda.
Un asustado Murillo decide por tanto evitar toda celebración nupcial y jamás fue a boda alguna, aunque acabó haciendo una excepción, la suya propia (hubiera resultado feo faltar a su propio enlace), matrimonio que por cierto fue extraordinariamente feliz y duradero.

Es entonces cuando el ilustre pintor sevillano decide aceptar el encargo de los capuchinos gaditanos y al parecer es allí donde practicó el puenting sin cuerda desde el andamio.

Hay varias teorías sobre el asunto: unos dicen que el murillazo se lo pegó en su propio estudio sevillano, otros que sí, que fue en Cádiz y que murió prácticamente al instante y otros que fue en la tacita de plata pero que pudo ser trasladado a su Sevilla natal para poder morir allí finalmente (incluso muchos meses después, fruto de una hernia provocada por la caída)

Pero eso no nos va al caso...Porque al final resultó que el mal de ojo era de verdad y pese a que Murillo evitó las bodas desde joven, acabó muriendo en una...

La obra que pintaba cuando cayó al vacío era "Los desposorios de Santa Catalina".

Si ya lo dije yo...doctora honoris causa en males de ojo...

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