Podemos
sentirnos muy afortunados de vivir en el país en el que vivimos así como de
nuestra comunidad autónoma y no me refiero sólo a como ciudadanos sino sobre
todo, como docentes, pues entre cosas, tenemos a nuestra disposición y muy
cerca de nosotros un patrimonio histórico, artístico y cultural como el que
pocos pueden disfrutar.
Y esa
sensación se acrecienta aún más cuando somos conscientes de ese patrimonio del
que hemos hablado pero extrapolado únicamente al ámbito sevillano, tanto de su
metrópoli como de la provincia.
Sí, y
es que todo aquel docente que desarrolla su actividad profesional en dicho
marco espacial tiene gran parte de su trabajo hecho simplemente con esta
circunstancia.
¿Alguien
puede negar el gran valor que tiene para nuestro alumnado poder desarrollar una
actividad fuera del aula en estos marcos incomparables?
Por
muchos recursos que utilicemos en el aula, y menos cuando nos movemos en el
ámbito histórico-artístico, nada puede compararse a disfrutar de ese patrimonio
con sus propios ojos, sentirlo de cerca, aspirar prácticamente el olor a
historia a corta distancia...herramienta metodológica tradicional pero no por
ello anticuada u obsoleta.
Y esa función didáctica para nuestros alumnos la cumple a la perfección la Iglesia Hospital de la Caridad.
Este
emblemático edificio sevillano se localiza en el barrio del Arenal, justo entre
el río Guadalquivir y la Catedral. Es un claro ejemplo de arte barroco
hispalense del siglo XVII, comenzada a construir sobre el año 1644,
sustituyendo a la antigua capilla de San Jorge, y dándose por terminada hacia
1670. Ya en la década de 1720 se completó la obra con la construcción de los
patios del edifico del hospital y de la torre de la iglesia, autoría del
arquitecto Leonardo de Figueroa, que también estuvo a cargo de los trabajos
anteriores.
A
destacar de todo el complejo la fachada, muy característica obviamente del
barroco andaluz, estructurada en tres cuerpos de altura, cuyos dos tramos
superiores se decoraron con azulejos que representan a los santos Jorge y
Santiago, así como a las llamadas Virtudes Teologales, la Fe, la Esperanza y la
Caridad, algo muy típico de la época de la Contrarreforma. En la parte
inferior, se puede apreciar dos esculturas muy curiosas de dos reyes santos muy
vinculados a Sevilla como son San Fernando y su primo San Luis de Francia.
También
muy importante es el patrimonio artístico que cobija el edificio en su interior,
destacando obras de artistas de la época de primerísima fila como Murillo,
Valdés Leal o Pedro Roldán, lo que convierte al mismo en prácticamente un museo
de renombre especializado en el Barroco. A destacar la serie del maravilloso
Valdés Leal dedicada a la muerte y a lo efímero de la vida, como recoge su
“Finis gloriae mundi e In Ictu Ocule” que aún impresionan pese a los siglos
transcurridos desde su creación.
Pero
no podemos olvidar el papel desempeñado por el Hospital a nivel social para con
la ciudad y sus habitantes.
La
razón es que no se puede desligar la historia del edificio de la hermanad a la
que acoge, pese a que ésta es bastante anterior a la construcción del mismo.
La
Hermandad de la Caridad, fundada en el siglo XV, se dedicaba principalmente a
atender a aquéllos de los que normalmente nadie se preocupaba, algo novedoso
por entonces, los difuntos. En una gran ciudad como era la Sevilla de aquellos
tiempos, era muy elevado el número de pobres y personas sin nada, que en los
años de inundaciones del Guadalquivir o de epidemias de peste, quedaban sin
enterrar; la Hermandad se encargaba de forma desinteresada y voluntaria de
realizar esa incómoda tarea, rescatando numerosos cadáveres del río.
Pero
todo cambia con la llegada a la Hermandad, en la segunda mitad del siglo XVII,
de don Miguel de Mañara, que apenas un año después de entrar en la misma, se
convirtió en su Hermano Mayor.
Este
destacado miembro de la sociedad sevillana, rico y poderoso, con tierras e
importantes cargos políticos, tras una serie de trágicas vicisitudes familiares
(quedó viudo y perdió varios hermanos en muy poco tiempo, mayormente por los
estragos de la peste) dio un vuelco a su vida y decidió entregarse en cuerpo y
alma a sus “nuevos hermanos”.
Rediseñó
por completo a la Hermandad, ampliando sus obligaciones (ayudar no sólo a los
difuntos, también a todos aquellos que necesitaran algo), otorgándole unas
nuevas reglas a seguir y sobre todo, dotarle de un edificio y de todo un
programa iconográfico a la altura de las ambiciosas tareas de la misma y que ya
han sido debidamente reseñados. Mañara
consiguió así dar forma a uno de los edificios más importantes del Barroco
andaluz y español, empleando la mayor parte de su fortuna personal para
lograrlo. No se escatimó en el esfuerzo y se contrataron grandes artistas para
decorar el templo como hemos visto.
Poder
disfrutar de todo eso, vivir esa
experiencia única en el marco de nueva actividad fuera del aula, es algo
verdaderamente enriquecedor que nuestro alumnado merece y debería aprovechar.
Sí,
decididamente, ser docente y estar rodeado de semejantes “recursos”, es para
sentirse afortunado.
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