jueves, 10 de septiembre de 2020

LA MAGIA BARROCA DEL HOSPITAL DE LA CARIDAD

 


Podemos sentirnos muy afortunados de vivir en el país en el que vivimos así como de nuestra comunidad autónoma y no me refiero sólo a como ciudadanos sino sobre todo, como docentes, pues entre cosas, tenemos a nuestra disposición y muy cerca de nosotros un patrimonio histórico, artístico y cultural como el que pocos pueden disfrutar.

Y esa sensación se acrecienta aún más cuando somos conscientes de ese patrimonio del que hemos hablado pero extrapolado únicamente al ámbito sevillano, tanto de su metrópoli como de la provincia.

Sí, y es que todo aquel docente que desarrolla su actividad profesional en dicho marco espacial tiene gran parte de su trabajo hecho simplemente con esta circunstancia.

¿Alguien puede negar el gran valor que tiene para nuestro alumnado poder desarrollar una actividad fuera del aula en estos marcos incomparables?

Por muchos recursos que utilicemos en el aula, y menos cuando nos movemos en el ámbito histórico-artístico, nada puede compararse a disfrutar de ese patrimonio con sus propios ojos, sentirlo de cerca, aspirar prácticamente el olor a historia a corta distancia...herramienta metodológica tradicional pero no por ello anticuada u obsoleta.

Y esa función didáctica para nuestros alumnos la cumple a la perfección la Iglesia Hospital de la Caridad.

Este emblemático edificio sevillano se localiza en el barrio del Arenal, justo entre el río Guadalquivir y la Catedral. Es un claro ejemplo de arte barroco hispalense del siglo XVII, comenzada a construir sobre el año 1644, sustituyendo a la antigua capilla de San Jorge, y dándose por terminada hacia 1670. Ya en la década de 1720 se completó la obra con la construcción de los patios del edifico del hospital y de la torre de la iglesia, autoría del arquitecto Leonardo de Figueroa, que también estuvo a cargo de los trabajos anteriores.

A destacar de todo el complejo la fachada, muy característica obviamente del barroco andaluz, estructurada en tres cuerpos de altura, cuyos dos tramos superiores se decoraron con azulejos que representan a los santos Jorge y Santiago, así como a las llamadas Virtudes Teologales, la Fe, la Esperanza y la Caridad, algo muy típico de la época de la Contrarreforma. En la parte inferior, se puede apreciar dos esculturas muy curiosas de dos reyes santos muy vinculados a Sevilla como son San Fernando y su primo San Luis de Francia.


También muy importante es el patrimonio artístico que cobija el edificio en su interior, destacando obras de artistas de la época de primerísima fila como Murillo, Valdés Leal o Pedro Roldán, lo que convierte al mismo en prácticamente un museo de renombre especializado en el Barroco. A destacar la serie del maravilloso Valdés Leal dedicada a la muerte y a lo efímero de la vida, como recoge su “Finis gloriae mundi e In Ictu Ocule” que aún impresionan pese a los siglos transcurridos desde su creación.



Pero no podemos olvidar el papel desempeñado por el Hospital a nivel social para con la ciudad y sus habitantes.

La razón es que no se puede desligar la historia del edificio de la hermanad a la que acoge, pese a que ésta es bastante anterior a la construcción  del mismo.

La Hermandad de la Caridad, fundada en el siglo XV, se dedicaba principalmente a atender a aquéllos de los que normalmente nadie se preocupaba, algo novedoso por entonces, los difuntos. En una gran ciudad como era la Sevilla de aquellos tiempos, era muy elevado el número de pobres y personas sin nada, que en los años de inundaciones del Guadalquivir o de epidemias de peste, quedaban sin enterrar; la Hermandad se encargaba de forma desinteresada y voluntaria de realizar esa incómoda tarea, rescatando numerosos cadáveres del río.



Pero todo cambia con la llegada a la Hermandad, en la segunda mitad del siglo XVII, de don Miguel de Mañara, que apenas un año después de entrar en la misma, se convirtió en su Hermano Mayor.

Este destacado miembro de la sociedad sevillana, rico y poderoso, con tierras e importantes cargos políticos, tras una serie de trágicas vicisitudes familiares (quedó viudo y perdió varios hermanos en muy poco tiempo, mayormente por los estragos de la peste) dio un vuelco a su vida y decidió entregarse en cuerpo y alma a sus “nuevos hermanos”.

Rediseñó por completo a la Hermandad, ampliando sus obligaciones (ayudar no sólo a los difuntos, también a todos aquellos que necesitaran algo), otorgándole unas nuevas reglas a seguir y sobre todo, dotarle de un edificio y de todo un programa iconográfico a la altura de las ambiciosas tareas de la misma y que ya han sido debidamente reseñados.  Mañara consiguió así dar forma a uno de los edificios más importantes del Barroco andaluz y español, empleando la mayor parte de su fortuna personal para lograrlo. No se escatimó en el esfuerzo y se contrataron grandes artistas para decorar el templo como hemos visto.



Poder disfrutar  de todo eso, vivir esa experiencia única en el marco de nueva actividad fuera del aula, es algo verdaderamente enriquecedor que nuestro alumnado merece y debería aprovechar.

Sí, decididamente, ser docente y estar rodeado de semejantes “recursos”, es para sentirse afortunado.



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